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ANIMALES HERIDOS.
Sé que los humanos, antes que humanos
Somos animales
Y en la mayoría de los casos
Demonios,
Percibo, cada vez más, aquello
Que se mantiene de instinto primario
Códigos de territoriales,
Cortejo y caza.
Esa animalidad que subyace en nosotros,
Algo común,
Que el maquillaje de la civilización camufla.
Resiste una desesperación animal,
Profundamente humana,
En continuo combate por salir
Del humano donde vivo.
En general no respondo a ese canon
Que teme más a la locura que a la muerte.
Como voy a temerla
Cuando disfruto de ella,
Cuando he descubierto sus esencias.
Cuando gracias a la muerte en vida
He descubierto la locura,
La locura que supone ver
Como han quitado la tapadera que cubre la vida,
Permitiéndome ver su mecanismo,
Sus pesos, sus engranajes, el acido de batería y
Sus cables llenos de grasa.
Y justo en ese momento,
Descubres, que esa máquina,
Que te vendieron
Como perfecta dejo de funcionar correctamente,
Quizás la tapa del delco, un borne de la batería
O la junta de culata,
No lo sé,
No me dejaron descubrirlo.
Te despiertas y descubres,
Que la suerte es eso,
Que unos tienen y yo no.
En este lugar,
No te queda más remedio,
Que arráncate el alma,
Guardarla en formol y
Dejarla en la mesilla de noche,
Por si algún día,
Te toca madrugar.
Ahora me doy cuenta,
Que el mundo
No es un sitio tan racional
Y ordenado como creía,
Que siempre he estado equivocado,
Y jamás he entendido una sola puta palabra
De lo que ocurre en el.
Es el azar quien gobierna el mundo
De los desprovistos de padrino.
Donde lo aleatorio nos acecha a todos,
Donde los sueños se desprenden,
Sin ninguna razón aparente.
Pensareis que soy, un cobarde, una mierda,
Pero soy lo que soy y
Pertenezco a la raza de los acusados.
Esa raza culpable.
Esa misma raza, que se ha convertido,
En el más fiero de los animales salvajes.
No deberíamos estar sueltos,
Deberíamos estar encerrados
Expuestos en el museo de los horrores humanos,
Ya no somos humanos…
Ahora somos una epidemia,
Nuestro nombre es legión y desesperación.
                                                                                                                                                                David Ávila-Sanz    Madrid Enero de 2010.


1789.
Cada cosa tiene su sitio,
Pero ninguno de nosotros
Somos una cosa.

No existen fronteras horizontales
Sino fronteras verticales,
La pena es que siguen existiendo.

El corazón,
no es tan pequeño como una nuez,
ni tan grande como una sandia,
pero lo suficiente,
para que un trapero sea ministro.

Días menguados,
Charco de agua turbia,
Burbuja de jabón.
Lucero sin vela,
Bala perdida,
Charquito de arrabal,
Cero sin izquierda.
Pasodoble arriba,
pasodoble abajo,
Banda sonora .



Maldigo al hombre
Por convertir al ser humano
En una necesidad,
En  una circunstancia.
Por convertirlo en un decimal,
Que suma o resta
En una producción geométrica.

Buscamos el consuelo limpiando
Los muebles de la cocina por dentro,
Que otra cosa podemos hacer,
Además de comer arroz blanco.
Esta época en la que se matan cuerpos
Y se patean  almas.
Donde las gaviotas son buitres,
Y  las rosas están envueltas en papel celofán,
En este lugar donde,
Los hijos de puta vuelan
Y  no nos dejan ver el cielo.

Estamos dentro de una gran
Balsa de piedra
que flota a la deriva
en un mar desmemoriado,
Tan ridícula
Como una pelea de ciegos.

Y si, ojala,
Fuéramos todos ciegos
Para no reconocernos.
Todos tan ciegos,
Que no reconociéramos
El oro de la mierda fosilizada.

Mientras,
Como una pastilla efervescente,
Esperamos a que se disuelva,
Y hacemos exactamente
Eso, que se espera de nosotros,
NADA.

Las razas de sordomudos hemos perdido
La voz en la maleza,
Y el eco de la tierra se pierde
En una partida de dados trucados,
Ahogándonos en el vacío,
Bajo un cielo plomizo y
Cuajado de los mismo hijos de puta.

Aunque la estaca siga clavada sin moverse,
Aunque sigamos sin moverla
de un lado o del otro, 
pese a que este podrida en su interior.
Aunque hayamos perdido
La conciencia y la voz,
Hagamos lo imposible
Para que nos quede la palabra,
Aunque tengamos los pies fríos.

Ojala, fuéramos los fantasmas
Que mean en la sopa de los reyes.
Pero demostremos al menos,
que nunca tuvimos oído
Para la música,
Pero si,  
olfato para la mierda.

Madrid  febrero 2010   David Ávila Sanz.

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